martes, 12 de marzo de 2013

¿Hay algo que pueda hacer...?



_ ¿Hay algo que pueda hacer por ti?_ Me preguntó una voz tímidamente. 


Era una chica joven, podría haber reaccionado de otra forma pero la miré sorprendido porque no pensaba que aquel día nadie se parase a hablar conmigo. Estaba muy acostumbrado a limitarme a observar a la gente, en mi silencio, y no sabía reaccionar.


_ Perdone… ¿Puedo hacer algo por usted?_  Repitió esta vez con un toque de impaciencia pero con respeto. Llevaba una falda verde, suelta, a la altura de las rodillas. Unas sandalias de cuero atadas a unas pantorrillas flacas, un bolso grande a la cintura.


Estaba sonriendo imperceptiblemente, como si pensase que su sonrisa me ofendería. Y era un amanecer. Dudé si estaba o no hablando conmigo. Debía ser muy joven, veinte años tal vez, pero la abundante melena caoba y una extraña luz en los ojos, le daba más edad.

Por aquel entonces yo tenía casi ¿treintaiocho años? Podríamos habernos encontrado en otras circunstancias, en otra situación; en un café, en una discoteca, una biblioteca silenciosa, e incluso podríamos habernos enamorado. ¿Por qué no? Seguro, en otra situación completamente distinta.

Ella me llamaba de usted, tan viejo parecía.


_ Lamento haberle molestado_ dijo con una sonrisa perdida mientras se giraba.

_ No…_ rasgué mi voz, cansado de ser yo el único que la escuchaba, y se giró de nuevo.

_ ¿No le he molestado o no necesita nada?_ Preguntó con una sonrisa espontánea.


Debería tener menos, tal vez dieciocho o diecinueve.


_ No…_ repetí sonriendo, olvidándome del aspecto horrible que tendrían mis dientes, pensando devolverle la sonrisa_ no tienes por que llamarme de usted.

_ ¿Por qué tiene… perdón_  sonrió ampliamente, y era un mediodía_  ¿Por qué tienes una flauta tan bonita y no la tocas?


Y su pregunta realmente me sorprendió


_ Creo que nadie tiene tiempo para escucharla.


Ella sonrió de nuevo, vi en sus ojos una extraña comprensión, Una conexión en su vida y en la mía. Tal vez tuviese más, veintiuno o veintidós.


_ Si le doy dinero ¿En qué lo gastaría?


Para qué mentirla.


_ Seguramente compre un poco de hachís, una botella de ron, un paquete de tabaco o unos cigarrillos… depende ¿Cuánto me darías?


Sonrió de nuevo, pero desilusionada, un atardecer.


_ He decidido que no voy a darte dinero._ Y aún así no perdía esa extraña tranquilidad al hablar conmigo.

_ ¿Y un nombre?_ ¿Qué estaba pretendiendo? De nuevo sonreía estúpidamente a un sol que estaba apagando con mis propias palabras.


_ Tampoco voy a darte un nombre,_  no perdía la sonrisa_  tu madre ya te dio uno al nacer.

_ Entonces, ¿por qué pierdes el tiempo conmigo?


Dejó de sonreír, y era una noche profunda e indefinida en sus ojos oscuros. Su rostro se tornó serio, lleno de años acumulados.


_ ¿Por qué estás sólo?


Y era un puñal clavado en mis entrañas. Era una pregunta, una respuesta y una afirmación. Su dulzura y sinceridad comenzaron a incomodarme, no quería que se plantase delante mía a decirme verdades, a darme el sol y la noche sin yo pedírselo.

Estiré mi espalda contra la pared, rasqué con mis sucias uñas una de mis pantorrillas, delgadas, resecas y maltrechas. El calcetín ya no tenía colores, el zapato ya no tenía brillo… ni cordones.


_¿Y te detienes ante todos los tirados de la calle, a confirmarles lo solos que están?_  Ella se sintió ofendida, o dolida, pero era lo que yo quería.

_ No…- dijo dudando. Tal vez diecisiete.

_¿Entonces…?_ Dije incorporándome de medio lado, parodiando estar borracho o drogado. Quería intimidarla, asustarla. Quería que se fuese y se llevase su sol y su noche.

_Tú estás sólo, tu flauta está sola… y yo también.


No sonreía, me daba toda su noche en la profundidad de sus ojos. No se enfrentaba a un vagabundo borracho y desaliñado. No me mentía. Estaba sola. 


_ Solo quiero saber que puedo hacer por ti.


“Puedes darme tu luz eternamente”


_ Dame algo de dinero.

_ No lo haré… ven conmigo y te invito a comer.

_ No lo dices en serio_ y el sol se abrió paso de nuevo en la noche._ ¿Sabes lo que estás haciendo?

_ Si. Quiero que vengas conmigo, te invito a comer.


Tal vez veintiséis o veintisiete…





Escritos de Dublín, enero y marzo del 2000

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