Perder el razocinio;
no pensar,
no soñar,
no anhelar,
no caer en el delirio del abismo.
Perder la voz que me come;
no sentir,
no pedir,
no entregar,
no besar en el exilio de los sueños.
Perder la empatía;
no sufrir,
no entender,
no transigir,
no desear tu porvenir y tu alegría.
Perder mi pensamiento;
no esperar,
no elucubrar,
no buscar,
no encontrar la soledad y el desaliento.
¿Es no vivir?
Ni tan siquiera lo intento,
tan sólo quiero evitar el sufrimiento.
(23/5/2009)
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